Si los años 70 fue para la banda Irakere el período de asombrar al mundo con su experimentación con el jazz y la tradición afrocubana, la década siguiente fue el momento de retornar -a su muy particular manera- a la música bailable (en este punto es preciso mencionar la influencia
de José Luis Cortés, quien además de su virtuosismo le aportó un toque
callejero que hasta el momento de su ingreso no tenían, o no habían
abarcado a fondo), total, ya tenían su fama ganada y no podían bajar la calidad, solo buscaron llegar a un público algo más amplio que era el que pagaba por echar un pie en algún local en La Habana. El antecedente directo fue el Aguanile Bonkó, y a partir de ahí idearon una fórmula que los caracterizó y supieron mantener por mucho tiempo.
La segunda cara de este disco se concibió como un homenaje a la figura importantísima de Arsenio Rodríguez, el Ciego Maravilloso, con unos arreglos que bien puede considerarse que están entre lo vanguardista y lo innecesario (principalmente en cuanto al abuso en el empleo de los adelantos tecnológicos de la época y el caso de La Vida Es Un Sueño es ilustrativo), corriendo con mejor suerte la cara A, con temas como 12 y 23 y la extraordinaria El Tata (este número desarrollaba una fuerza arrolladora en vivo, aquí consiguen un buen ejemplo a pesar de la horrenda calidad del video), muy bien realizados y con la siempre curiosa y efectiva voz de Oscar Valdés.
De esta forma pues se establece el estilo que caracterizaría a los dirigidos por Chucho Valdés en este período, presentando con más propiedad sones y boleros mediante un repertorio efectivo y asequible y siempre con el sello Irakere, que no es poco decir.
01. 12 y 23 (Francisco Pérez)
02. Calzada del cerro (Chucho Valdés)
03. El tata (Chucho Valdés)
04. De una manera espantosa (Arsenio Rodríguez)
05. La vida es un sueño (Arsenio Rodríguez)
06. Dile a Catalina (Arsenio Rodríguez)
07. Preludio a Catalina (Arsenio Rodríguez / Chucho Valdés)

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